Con profunda pena, nos unimos a la pena por el sensible fallecimiento del Profr. Gilberto Valdéz Urías acaecido el día 30 de septiembre de 2012 en la Ciudad de Cananea, Sonora. Nuestras sinceras condolencias para su familia y amigos de parte del personal del Centro de Maestros de Cananea.
A manera de un respetuoso y sencillo homenaje a tan ilustre maestro compartimos un poema que en evento realizado en nuestras instalaciones, el Profr. Gilberto Valdéz Urías, declamó magistralmente con profunda emoción y entusiasmo.
A manera de un respetuoso y sencillo homenaje a tan ilustre maestro compartimos un poema que en evento realizado en nuestras instalaciones, el Profr. Gilberto Valdéz Urías, declamó magistralmente con profunda emoción y entusiasmo.
EL
SEMBRADOR
De aquel rincón
bañado por los fulgores
del sol, que
nuestro cielo triunfante llena,
de la florida
tierra donde entre flores
se deslizó mi
infancia dulce y serena,
envuelto en los
recuerdos de mi pasado,
borroso cual lo
lejos del horizonte,
guardo el extraño
ejemplo nunca olvidado,
del sembrador más
raro que hubo en el monte.
aún no sé si era
sabio, loco o prudente
aquel hombre que
humilde traje vestía;
sólo sé que al
mirarle la gente
con profundo
respeto se descubría.
Y es que acaso su
gesto severo y noble
a todos asombraba
por lo arrogante:
¡Hasta los
leñadores mirando al roble
siente las
majestades de lo gigante!
Una tarde de otoño
subí a la sierra
y al sembrador
sembrando, miré risueño.
¡Desde que existen
hombres sobre la tierra
nunca se ha
trabajado con tanto empeño!
quise saber
curioso, lo que el demente
sembraba en la
montaña sola y bravía;
el infeliz oyóme
benignamente
y me dijo con onda
melancolía:
-Siembro robles y
pinos y sicomoros;
quiero llenar de
frondas esta ladera,
quiero que otros
disfruten de los tesoros
que darán estas
plantas cuando yo muera
¿Por qué tantos
afanes en la jornada
sin buscar
recompensa? dije. Y el loco
murmuró, con las
manos en la azada:
-Acaso tú imaginas
que me equivoco,
acaso por ser niño,
te asombre mucho
el soberano impulso
que mi alma enciende;
por los que no
trabajan, trabajo y lucho,
si el mundo no lo
sabe, ¡Dios me comprende!
Hoy es el egoísmo
torpe maestro
a quien rendimos
culto de varios modos:
si rezamos, pedimos
sólo el pan nuestro,
¡Nunca al cielo
pedimos pan para todos!
en la propia
miseria los ojos fijos,
buscamos las
riquezas que nos convienen
y todo lo
arrostramos por nuestros hijos.
¿Es que los demás
padres hijos no tienen?...
Vivimos siendo
hermanos sólo en el nombre
y en la guerras
brutales con sed de robo,
hay siempre un
fraticida dentro del hombre,
y el hombre para el
hombre siempre es un lobo.
Por eso cuando al
mundo triste contemplo,
yo me afano y me
impongo ruda tarea
y sé que vale mi
pobre ejemplo,
aunque pobre y
humilde parezca y sea.
¡Hay que luchar por
los que no luchan!
¡Hay que pedir por
todos los que no imploran!
¡Hay que hacer que
nos oigan los que nos escuchan!
¡Hay que llorar por
todos los que no lloran!
Hay que ser cual
abejas que en la colmena
fabrican para todos
dulces panales,
Hay que ser como el
agua que va serena
brindando al mundo
entero frescos raudales.
Hay que imitar al
viento, que siembra flores
lo mismo en la
montaña que en la llanura.
Y hay que vivir la
vida sembrando amores,
con la vista y el
alma siempre en la altura....
Dijo el loco...y
con noble melancolía
por las breñas del
monte siguió trepando,
y al perderse en
las sombras aún repetía:
¡Hay que vivir
sembrando! ¡Siempre sembrando!....
Blanco Belmonte
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